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martes, 20 de mayo de 2014

EL DEPORTE Y SUS DOLORES

Es frecuente que con la llegada del buen tiempo nos animemos a cuidarnos un poquito más de cara a la época estival: dietas, deporte…
Cuando comenzamos con la práctica deportiva todos experimentamos sensación de dolor que en un principio puede resultar una barrera pero que con el tiempo se puede llegar a convertir en un estímulo más.
Esa sensación dolorosa es normal y lógica hasta cierto punto. En la mayoría de los casos se debe a una fatiga muscular derivada del esfuerzo extra al que estamos sometiendo a nuestro cuerpo después de meses o incluso años de vida sedentaria, o al realizar ejercicios con músculos que , en nuestra vida cotidiana, hemos ido atrofiando.
Hasta aquí todo normal. La sensación de fatiga muscular y de agujetas es algo que entra dentro de nuestros planes cuando empezamos cualquier deporte. Ahora bien, no todos los dolores son aceptables.
En primer lugar conviene mencionar las lesiones osteopáticas que podamos presentar en nuestro cuerpo y que no tengan un origen reciente. Antiguos esguinces sin tratar, alteraciones en la articulación sacroilíaca causadas por nuestro trabajo, problemas en la articulación temporomandibular, saturaciones viscerales…. Son algunos ejemplos de alteraciones que van a provocar una cadena de bloqueos articulares, acortamientos o distensiones musculares…. Que a la larga se pueden traducir en lesiones del sistema musculoesquelético que pueden truncar nuestra iniciación y, por tanto, nuestra progresión de manera drástica.
Los que llevan años haciendo deporte tienen un conocimiento de su cuerpo que les ayuda ( y a nosotros también) a distinguir lo que sus músculos y articulaciones pueden soportar.
Debemos prestar atención a las sensaciones que experimentamos, ir conociendo la sensación de fatiga y ver cómo la podemos combatir con frío, estiramientos, masajes… y debemos aprender a localizar un dolor agudo y darle la importancia que se merece. Una sensación de pinchazo o tirón, sentir un pedrada, un dolor radicular, etc. Debe encender nuestras alarmas y tenemos que prestarles atención para poder ponerles solución a tiempo.
Dada la explosión del running en nuestra sociedad es conveniente que nos concienciemos de la importancia del cuidado de nuestros músculos y aprendamos una rutina que nos ayude en el trabajo de prevención de lesiones.
Debemos recordar la importancia que tiene el hecho de calentar y estirar de manera correcta toda la musculatura, especialmente la implicada en la disciplina deportiva que practiquemos, y pensar también en todas las estructuras que castigamos a lo largo de nuestra jornada laboral.

La conclusión de este artículo es que en el deporte es importante sacar fuerzas para poder seguir y progresar, pero es fundamental saber parar por el mismo motivo.


miércoles, 7 de mayo de 2014

DEPORTE Y HERNIA DE DISCO, ¿SON COMPATIBLES?

Son varias las lesiones que pueden llegar a apartarnos de nuestra disciplina deportiva favorita; fracturas óseas y ligamentarias y las temidas hernias discales son posiblemente las primeras que a todos se nos vienen a la cabeza. Pero, ¿son las hernias de disco lesiones que nos obliguen a abandonar el deporte? La respuesta es: NO TIENE POR QUÉ.
Las hernias discales, como casi todas las lesiones, pasa por diferentes estadíos o etapas.
 Para comprenderlo conviene conocer el mecanismo de la lesión. Una hernia discal es la rotura del disco intervertebral que conlleva la expansión del núcleo pulposo ocasionando la compresión de las raíces nerviosas del segmento vertebral afectado, lo cual genera molestias de diferente intensidad pudiendo llegar a originar la incapacidad funcional de la zona irradiada.
Dicha rotura del disco puede ser moderada, en cuyo caso hablamos de protusión. Este sería el estado inicial de la lesión, y el ideal para el diagnóstico puesto que la rotura no es lo suficientemente grave y los síntomas desaparecerían con tratamiento adecuado y una correcta higiene postural.
Cuando la rotura es lo bastante grande existe un derrame del disco, que es una masa gelatinosa que comprimiría el nervio, hablando de una gravedad más severa. Aquí es el momento de adquirir obligatoriamente nuevos hábitos.
Debemos conseguir crear de nuevo el suficiente espacio intervertebral para conseguir una correcta reabsorción del núcleo. Para ello debemos realizar ejercicios y movilizaciones que ayuden a aumentar dicho espacio y potenciar la musculatura paravertebral consiguiendo así una armadura que evite que nuestra espalda varíe su disposición natural óptima y disipando las diferentes molestias derivadas de esta lesión tan enojosa.
Los ejercicios isométricos, el Pilates o el yoga nos ayudarán a conseguir una auténtica reeducación postural.








*Javier Solla.
-Artículo publicado en estendenciasport.com.